1934. Un París sórdido, de privaciones y miserias humanas, en el que las existencias se encuentran y se desencuentran azarosamente, al compás del erotismo y el sexo. A lo largo de sus páginas, el autor exorciza sus demonios interiores y plasma una apasionante metáfora sobre el difícil oficio de vivir y el drama de la creación artística.
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